Mundo clásico
No puede haber civilización sin la conciencia de que el ser humano tiene una doble naturaleza. Posee una dimensión física y terrenal, pero se distingue de los animales por atesorar a la vez una vertiente espiritual: el mundo de las ideas. Es una criatura que sabe de la verdad, de la bondad y de la belleza, que sabe de la esencia de la libertad y la justicia, del amor y la misericordia. El fundamento de la civilización hay que buscarlo en la idea de que el ser humano no debe su dignidad y su verdadera identidad a lo que es --carne y hueso-- sino a lo que debe ser: el portador de dichas cualidades vitales. Estos valores encarnan lo mejor de la nuestra existencia: la imagen de la dignidad humana.
La cultura se define como el conocimiento y la acumulación de todas estas cualidades espirituales e inmateriales, reunidas en el patrimonio cultural. Ser bárbaro significa no poseer el único conocimiento importante para la dignidad humana: la conciencia de que uno ha de ejercitarse en las virtudes y los valores espirituales garantes de una convivencia armoniosa con el prójimo. Estos ideales revisten un carácter aristocrático. Sin embargo, no se trata de una aristocracia de sangre, sino de espíritu. Por eso Dante decía: “Dondequiera que hay virtud, existe la nobleza”. La integridad es la capacidad de discernir las propias responsabilidades. Rob Riemen |
El hombre redímese de bestia cultivándose. Hace personas la cultura, y más cuanto mayor.
Baltasar Gracián *** La civilización es un permanente ejercicio de respeto. El respeto a la Tierra, al prójimo, a lo divino, y por ende, a nuestra propia dignidad.
Goethe *** El núcleo de una cultura son las obras clásicas. Éstos siempre nos interrogan, nos exigen una reacción. Es esencial ser elitistas, pero en el sentido originario de la palabra: asumir la responsabilidad de lo mejor de la mente humana. Una élite cultural debe cargar con la responsabilidad del conocimiento y la conservación de las ideas y valores más importantes, la responsabilidad de los clásicos, del significado de las palabras y de la nobleza de nuestro espíritu.
George Steiner |