El Minotauro, el laberinto y Ariadna
Fragmentos de Biblioteca Mitológica. Traducción de José Calderón Felices.
Pseudo Apolodoro
Muerto Asterio (rey de Creta) sin descendencia, Minos quería reinar él, pero encontró obstáculos; él argumentaba que había conseguido el reino por los dioses, y para dar mayor credibilidad, decía que le concederían lo que rogara. Así ofreció un sacrificio a Posidón y le rogó que apareciese un toro del fondo del mar, después de prometer que lo sacrificaría en cuanto hubiese aparecido. Posidón entonces le envió un toro excelente, y de esta manera se hizo con el reino, pero al toro lo envió a sus rebaños y sacrificó otro.
Minos fue el primero en dominar el mar y extendió su poder sobre casi todas las islas. Pero Posidón se irritó con él por no haberle sacrificado al toro, lo volvió salvaje e hizo que Pasífae sintiera deseo por él. Enamorada del toro, utilizó a Dédalo de cómplice, el cual era arquitecto y había huido a Atenas por un asesinato. Éste fabricó una vaca de madera sobre ruedas, la hizo hueca por dentro y la envolvió con la piel de una vaca desollada, poniéndola en el prado en que el toro acostumbrara a pacer; metió luego dentro a Pasífae y así el toro se precipitó y copuló como con una vaca de verdad. Entonces, aquella dio luz a Asterio, el llamado Minotauro; tenía este cara de toro y el resto de hombre. Pero Minos lo encerró en el laberinto de acuerdo con ciertos oráculos, y le puso vigilancia.
El laberinto, construido por Dédalo, era una prisión que a base de intrincados corredores burlaba la salida...
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Teseo fue escogido como tercer tributo para el Minotauro o, como dicen algunos, se presentó él mismo voluntariamente. Como su nave era de vela negra, Egeo encargó a su hijo que, si regresaba vivo, desplegase en la nave velas blancas. Cuando llegó a Creta Ariadna, hija de Minos, se enamoró de él y se ofreció a ayudarlo si prometía llevarla a Atenas y hacerla su mujer. Y habiéndolo prometido Teseo bajo juramento, rogó ella a Dédalo que le revelara la salida del laberinto.
Entonces, por consejo de aquel, le dio a Teseo, cuando entraba en el laberinto, un hilo; Teseo lo ató a la puerta y arrastrándolo tras de sí iba entrando. Cuando encontró al Minotauro en la parte extrema del laberinto, lo mató golpeándolo con sus puños; y recogiendo el hilo, salió. Por la noche llegó a Naxos en compañía de Ariadna y los muchachos del tributo. Allí Dioniso se enamoró de Ariadna y la raptó y habiéndosela llevado a Lemnos, se unió con ella y engendró a Toante, Estáfilo, Enopión y Pepareto.
Afligido por Ariadna, Teseo, rumbo ya a la costa, olvidó desplegar en la nave las velas blancas; Egeo, que vio desde la acrópolis la nave con vela negra, creyendo que Teseo había muerto, se arrojó él mismo y pereció.
Entonces Teseo heredó el gobierno de los atenienses.
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Cuando Minos se enteró de la fuga de Teseo y sus compañeros, encerró en el laberinto a Dédalo como responsable junto con su hijo Ícaro, que le había nacido de la esclava de Minos Náucrate. Pero aquel se construyó unas alas para sí y para su hijo y a este, en el momento en que echaba a volar, le recomendó que no volase hacia lo alto, no fuese que la cola se derritiera por el sol y las plumas no se despegaran, ni tampoco cerca del mar para que las alas no se desligaran por la humedad.
Pero Ícaro, encantado, descuidando las instrucciones de su padre, empezó a elevarse cada vez más hasta que fundida la cola, cayó en el mar Icario, así llamado por su nombre, y murió.
El Minotauro y el laberinto
Tomado de Las Metamorfosis. Traducción de Ana Pérez Vega.
Ovidio
Había crecido el oprobio de su generación, y vergonzoso se manifestaba
de esa madre el adulterio por la novedad del monstruo biforme.
Decide Minos este pudor de su tálamo suprimir
y en una múltiple casa y ciegos techos encerrarle.
Dédalo, por su talento del fabril arte celebradísimo,
pone la obra, y conturba las señales y a las luces con el torcido
rodeo de sus variadas vías conduce a error.
No de otro modo que el frigio Meandro en las límpidas ondas
juega y con su ambiguo caer refluye y fluye
y corriendo a su encuentro mira las ondas que han de venir
y ahora hacia sus manantiales, ahora hacia el mar abierto vuelto,
sus inciertas aguas fatiga: así Dédalo llena,
innumerables de error, sus vías, y apenas él regresar
al umbral pudo: tanta es la falacia de ese techo.
En el cual, después que la geminada figura de toro y joven
encerró y al monstruo, con actea sangre dos veces pastado,
el tercer sorteo lo dominó, repetido a los novenos años,
y cuando con ayuda virgínea fue encontrada, no reiterada
por ninguno de los anteriores, esa puerta difícil con el hilo recogido,
al punto el Egida, raptada la Minoide, a Día
velas dio, y a la acompañante suya, cruel, en aquel
litoral abandonó. A ella, abandonada y de muchas cosas lamentándose,
sus abrazos y su ayuda Líber le ofreció, y para que por una perenne
estrella clara fuera, cogida de su frente su corona,
la envió al cielo. Vuela ella por las tenues auras
y mientras vuela sus gemas se tornan en nítidos fuegos
y se detienen en un lugar –el aspecto permaneciendo de corona–,
que medio del que se apoya en su rodilla está, y del que la sierpe tiene.